Iñigo Martínez
Miraba por la ventana del avión y veía mucho verde, mucho monte, entonces supuse que ya quedaba poco, por fin estaba en Chiapas.
Ahora ya en suelo mexicano, me dirigía junto mi compañero Iñigo Obeso, montaña arriba, a San Cristóbal de Las Casas. El camino me ayudo a situarme, las carreteras tenían otro aspecto, lo mismo pasaba con los coches, y dios mío, ¡vaya forma de conducir!
Llegue a la estación de autobuses, repleta de gente como es normal, nos dirigimos al primer taxi rumbo a la Fundación León XIII. Era de noche, tocamos el timbre y un señor, conocido como Don Marco, nos abrió la puerta y nos dio la bienvenida. Nos acomodo en una habitación donde pasamos la primera noche de lo que sería un mes de una experiencia que quedara grabada en mi memoria.
Este mes empezó por conocer a todos los miembros de la Fundación, desde la dirección hasta el último trabajador. A continuación, se me explico cuál sería el esquema de trabajo como voluntariado. En relación a mi perfil profesional y expectativas se me asigno el área de Seguridad Alimentaria, ya que esta cubriría distintas actividades que quería realizar. Finalmente, conocí a otros jóvenes voluntarios con los que conviviría durante mi estancia en Chiapas.
Casi sin darme cuenta, ya habían pasado unos días y ya me sentía totalmente integrado en la dinámica de la Fundación. Daba gusto cruzarse con la gente y tener regalada una sonrisa y un saludo. No es difícil entender como al poco tiempo yo ya me sentía como en mi casa.
Iñigo Martínez en Senilia
Estuve haciendo trabajos en la Granja del abuelo Juan, visité el asilo de ancianos Senilia, participé en tareas rutinarias de limpieza y alimentación de los distintos aves de corral que allí habitaban, aprendí a trabajar la lombricomposta, trabajé en el invernadero, conocí el proceso de obtención de hongos, entre más cosas.
Estuve presente en dos talleres, Aves de corral y Herbolaria, que se realizaron en el Centro de Desarrollo Comunitario San José, y a los que asistieron distintos miembros de diversas comunidades del estado. Fue una gran experiencia oír de sus bocas los problemas que planteaban del día a día y compartir con ellos tanto los conocimientos como las dudas.
Uno de los aspectos que caracterizan estas tierras, a parte de su gran belleza y exuberante vegetación, son sus gentes. Fue muy interesante poder tener un contacto, en las salidas a comunidad, con aquellas comunidades que trabajan junto a la Fundación, y poder ser testigo de su realidad, conociendo sus inquietudes, sus necesidades, sus problemas, su alegría, y sintiendo su hospitalidad. Lo mismo diría de aquellas personas compañeras de la Fundación, con quienes compartí horas de trabajo, de quienes recibí un magnífico trato, pude aprender muchas cosas y quienes me hicieron sentir como uno más. Y como no, guardo un gran recuerdo de aquellos que como yo, voluntariamente se aventuraron en dedicar una pequeña parte de sus vidas a conocer y participar en el trabajo que realiza la Fundación.
Podría decir que me llevo muchas cosas de vuelta a mi hogar. El recuerdo de un precioso lugar, de una gran experiencia, por las culturas y gentes singulares que conocí, por las amistades que logre hacer, y por lo que pude aprender de otros y de mi mismo. Sin duda, llevaré siempre a Chiapas y a esta vivencia en mi corazón.
Texto Iñigo Martínez y fotografíia de Joyce Jiménez
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