lunes, 28 de marzo de 2011

Una mujer, su familia y sus temores


María Antonia es su nombre, vive en San Pedro Chenalhó, es madre de 6 hijos y próximamente llegará el séptimo.


Con la sonrisa a flor de piel, nos recibe en su casa, taller, y centro de reunión y trabajo, en donde se respira un ambiente de amistad y calidez con las mujeres artesanas que ya están ahí reunidas para su sesión de costura.


Nos saluda un jovencito de 17 años, Antonio, el hijo mayor, quien se dedicará también a elaborar artesanías y con alegría e interés se integra al grupo.


Me llama particularmente la atención un pequeño de 5añós, Royman Humberto es su nombre, y es el hijo menor de María Antonia, se entretiene tranquilamente jugando con los hilos y carretes que tiene a su alrededor, abre los cajones de la máquina y saca más hilos y objetos, continúa jugando con ellos, y los vuelve a guardar.


Con sus grandes y expresivos ojos me ve, y sonríe con cierto recelo, y poco a poco entre miradas y sonrisa mutua se va rompiendo el hielo y establezco conversación con él.


¿Por qué no estás en la escuela?—pregunto con cierta curiosidad


Porque estaba enfermo, pero ya voy a ir después— continúa.


Se acerca otro pequeño, más o menos de su edad y se va integrando a la conversación que ya es más familiar y espontánea.


— ¿Les gustaría cantar y brincar?— E inmediatamente me extienden los brazos, nos tomamos de la mano y poco a poco voy en busca de un espacio para cantar con ellos.


La espontaneidad infantil se manifiesta de inmediato, cantan y brincan, gritan y ríen a carcajadas. El otro pequeño, abandona el juego y vuelve en busca de su mamá.


Mi curiosidad e inquietud de que un niño de su edad no esté en la escuela, me hacen preguntar en algún momento a su mamá, la razón, y esta es la historia:


El pequeño se rompió el fémur jugando en su escuela, con el hueso roto lo trasladan a San Cristóbal en busca de ayuda, y la solución drástica e inmediata que dieron a sus padres, era amputarle la pierna a lo que rotundamente se opusieron, y afortunadamente, no se hizo.


Sin saber a dónde acudir después, y buscando algún médico que les ayudara, pasaron frente al consultorio de un masajista quien con tratamiento de rayos Láser, masajes, y reposo durante varios meses, logró la curación del pequeño, quien pacientemente estuvo en cama durante largo tiempo y perdió el año escolar.


María Antonia, recuerda con gran tristeza, las penas y trabajos que pasaron para poder llevar al niño a San Cristóbal, con la frecuencia necesaria.


Aunque el niño ya esta completamente bien, continúa sin ir a la escuela, y se entretiene jugando en su casa.


Vuelvo con Royman y su mundo: su espacio de juegos, la máquina, los carretes, los hilos, y mientras tanto María Antonia, su mamá, sonriente y activa, enseña sus nuevos diseños, colores, bordados, da instrucciones, opina, dirige, bromea, y siempre sonriente.


Mi conversación con Royman, continúa y me pregunta:


— ¿Cómo es tu nombre? Le respondo y le doy un cuaderno en donde dibuja a toda su familia.


De improviso se pone de pie y se dirige a un canasto con tostadas, toma una, le pone sal y se sienta a comérsela, regresa junto a mí y sonriente me dice:


Ya no me duele mi pierna, ya puedo brincar —y sigue jugando a su manera, pero en su casa.


Mi pregunta es la misma: ¿Por qué no va a la escuela?


Con el sol de mediodía, las altas montañas que a lo lejos veíamos, se han tornado más verdes…la vida de este grupo artesanas también va adquiriendo poco a poco quizás más luz en su caminar.


María Antonia, sin embargo, a pesar de haber dado muestras de ser una mujer alegre, decidida, segura y tenaz, ante el retorno de su pequeño a la escuela se muestra temerosa.


El incidente en la vida de su pequeño, y el trauma que les causó el hecho de la posible amputación, les ha dejado honda huella.


Quizás por esto me dice al despedirse, y refiriéndose a su pequeño hijo:


No quiero que vaya a la escuela, porque tengo miedo que se vuelva a romper la pierna —


María del Carmen Romero de Urbina



miércoles, 16 de marzo de 2011

Horizonte de esperanza


Ojos soñadores, sonrisas resplandecientes, semblantes nostálgicos. Así son los rostros de los niños que viven en zonas de mayor marginación en Chiapas y que tienen un futuro escolar incierto.

El acceso a la educación para niños que viven en zonas rurales es uno de los grandes desafíos del país. En Chiapas, el panorama es más sombrío, porque de cada mil niños de entre 6 y 11 años, 930 asisten a la escuela, pero sólo uno de esos mil niños terminará la primaria, según los primeros datos del Censo General de Población y Vivienda del 2010.

“Dejaré de ser analfabeta y tendré otra forma de vida sí voy a la escuela”, nos dijo Ana María Santis Gómez, originaria de Yibeljoj, municipio de Chenalhó. La familia de Ana desea que sus ocho hijos acudan a la escuela, sin embargo el ingreso familiar es de sólo mil 200 pesos mensuales.

La hermana mayor de Ana dejó de ir a la escuela pues debía caminar 15 kilómetros diarios para poder asistir. Al caminar a la escuela, la familia ahorra 200 pesos en transporte: “somos seis hermanos, los que caminamos por casi cincuenta minutos para estar en la escuela, y apretamos el paso para estar puntuales”.

Dos de los hermanos de Ana María han dejado de estudiar para trabajar y aportar al ingreso familiar. El padre es campesino y la madre artesana; entre los dos, se esfuerzan para que sus hijos puedan estudiar y tengan un futuro mejor.

“Trabajo de sol a sol en la parcela y mi esposa también en la artesanía, aunque es poco lo que ganamos, poco a poco salimos adelante” nos dice Agustín Santis Santis, padre de Ana María.

La situación de la familia Santis Gómez no es única en Chiapas, y aunque se sabe poco de los esfuerzos que realizan las organizaciones de la sociedad civil, hay un claro objetivo para lograr que los niños tengan una mejor educación y mejoren su calidad de vida.

Ser pobre es una condición que dificulta el acceso a la educación, sobre todo para las mujeres. La baja escolaridad hace más difícil erradicar problemas sociales y de salud: violencia, adicciones, embarazos imprevistos de adolescentes, suicidio, maltrato infantil, migración, entre otros.

Por ello, la Fundación León XIII facilita el que niños de las comunidades en las que desarrolla sus actividades tengan útiles escolares al principio del ciclo. Se busca reducir los gastos familiares en educación y facilitar que los niños permanezcan en las escuelas. Este programa de becas de entrega útiles escolares y facilita que los niños en edad escolar ahorren mensualmente al menos 10 pesos con el fin de pagar las cuotas escolares, o bien comprar materiales de papelería.

Asimismo, los padres asisten a charlas de ahorro, comunicación con sus hijos, entre otras actividades orientadas a que los niños estudien, permanezcan en la escuela y crezcan como personas

Podemos sembrar esperanza por el cambio para los niños y personas que viven en zonas de marginación a través de la formación educativa; “la tarea de todos”; de quienes los acompañamos de forma directa, pero también de quienes desde la ciudad pueden hacer de los centros educativos lugares más humano.

La Fundación León XIII, es una institución de asistencia privada fundada en 1994 que, desde el Centro de Desarrollo Comunitario San José, ubicado en San Cristóbal de Las Casas, desarrolla programas orientados a mejorar la calidad de vida de distintas comunidades del sureste de México.

Texto y fotografía de Joyce Jiménez Cabrera

martes, 8 de marzo de 2011

“LA OPORTUNIDAD DE HACERNOS PRÓJIMO”

Frase que invita a la reflexión después de haber tenido oportunidad de visitar y conocer uno de los proyectos que León XIII tiene en Chiapas, y sin importar obstáculos o distancia, estos permanecen a través de años de haberse iniciado.

CRUCERO es el nombre del lugar, situado al oriente de San Cristóbal, más o menos a media hora de camino.

Esta comunidad, cuya característica es que la habitan 14 mujeres entre 15 y 80 años, la mayoría viudas, y los esposos de dos de ellas, han marchado a los Estados Unidos, y Chiapas no es la excepción, por tanto, podría convertirse también, en una de tantas en la República, habitada solamente por mujeres.

Con cierta timidez, pero con alegría, nos reciben, e inmediatamente nos invitan a pasar.

Las artesanías, ocupación ancestral que les ha ayudado a sostenerse por muchos años, siguen siendo su forma de vida, con el cultivo de algunas hortalizas y cría de borregos para ocupar la lana en las prendas que elaboran.

Es importante señalar, que las mujeres no necesitaron que nadie les enseñara lo que era natural en ellas, sin embargo ahora con el apoyo y ayuda de la Fundación, les ha permitido continuar en este maravilloso quehacer, dándoles también la oportunidad de posicionarse y comercializar sus prendas de la mejor forma.

Gustosas abren su pequeño taller en donde trabajan: una mesa grande, algunas sillas, repisas y material de costura. Ahí mismo improvisan la sala de juntas para esta reunión, y llaman a todas a asistir. Las mujeres mayores aunque están presentes, tienen poca participación, más bien escuchan.

Juanita, la líder del grupo, una mujer joven alegre y muy despierta, destaca por su actividad y dinamismo, es también la intérprete y el enlace entre su comunidad y el resto de visitantes. Ella refleja y expresa valores femeninos, y se traducen en la habilidad que tiene para manejar su liderazgo.

Se percibe un ambiente de confianza y camaradería, la timidez va quedando atrás y escuchan con atención, conversan, establecen o retoman las reglas, dialogan, llegan a acuerdos y se emocionan con el proyecto de aprender a cocer en máquinas industriales.

Mientras esto sucede, fuera del taller juegan varios niños, quienes de vez en cuando se asoman a buscar a sus mamás o simplemente a curiosear, vuelven a sus juegos, se mojan, acompañados de los perros y piden que se les tomen fotografías.

Llega el momento del convivio y sirven té limón con pan para todos, las mujeres ríen, y Juanita continúa en su trabajo intenso de intérprete entre muchos otros, y así termina esta visita a este grupo de mujeres maravillosas que seguramente su taller de costura, además de ser su espacio de trabajo, les sirva para conversar, reír, llorar e hilvanar sueños…y donde unidas y solidarias han encontrado un cauce para aspirar a mejores condiciones de vida.

Indudablemente la mujer, y con mayor razón la de comunidades indígenas, ha ido sorteando una serie de problemas y dificultades de todo tipo para irse abriendo espacios, y lograr lo que hasta el momento con tanto esfuerzo ha alcanzado.

Es importante también, el ver que reconocen y aceptan que necesitan ayuda, por lo que se rodean de personas capaces que les han brindado estímulo, enseñanza, capacitación, cooperación, la manera de una mejor organización, y desde luego, trabajo en equipo.

Todo esto me sugiere, un estilo femenino, en donde cada una de ellas aporta de una manera muy particular, rasgos de su personalidad y creatividad, dando lo mejor de sí mismas, y de esta forma le imprime un sello muy personal.

Pienso que el valorar la creatividad de estas mujeres y además propiciar el ambiente ideal para su realización personal, es una oportunidad que la vida nos brinda. Considero también un reto ayudarles a vivir de una manera más digna y plena.

El trabajo de ellas, no tiene solamente un valor en el producto en sí, o en el resultado, sino también en el crecimiento interior que dicha actividad le aportó y en donde imprimen vocación y talento.

Finalmente reconocer que en cada pieza elaborada por sus manos vamos descubriendo el amor, la fortaleza y arte de grandes mujeres que por tanto tiempo permanecieron en el anonimato, y hoy afortunadamente se van abriendo nuevos caminos en sus vidas.

María del Carmen Romero de Urbina

miércoles, 2 de marzo de 2011

La oportunidad de hacernos prójimo

Mi graduación fue el 6 de agosto del 2010 en la ciudad de Tuxtla Gutiérrez, Chiapas en la Licenciatura en Naturoterapia de la Escuela de Medicina Alternativa. Tenía que iniciar mi servicio social así que, eso fui a Fundación León XIII, IAP, en San Cristóbal de Las casas, Chiapas. Inicié el día 17 de agosto del 2010.

Había pasado por el barrio de San Martín para ser exacta en la Calzada de la Escuela, pero no sabía que había varias áreas en Fundación León XIII.

Estaba feliz de poder colaborar en Fundación, también estaba nerviosa, todos me recibían muy bien, inicié con la inducción en tres áreas que tienen contacto más cercano con las comunidades, Comercio Justo, Desarrollo Agropecuario y Salud.

Mientras, adquiríamos los medicamentos homeopáticos acompañaba en las consultas al doctor Eric Del Carpio Soto.

En septiembre, por fin tuvimos los medicamentos homeopáticos en Centro de Desarrollo Comunitario,CDC, San José y estaba lista para iniciar las consultas con homeopatía. Hubo muy buena aceptación por parte de los pacientes.


Así comencé en el CDC a visitar las comunidades, me gustaba ir a los talleres de medicina tradicional en Yabteclúm, Chenalhó y disfrutar del amanecer con la neblina. Estar con las personas para preguntarles en su idioma por lo menos kusi avi, cómo te llamas; aprendí varias palabras con la ayuda de Juan Gómez, médico tradicional; aunque en una ocasión él me dijo kolabal, gracias, y le respondí muyuk oval, que significa no hay tos, Juan comenzó a reírse porque pretendí decir de nada y lo correcto era muyuk vocol.

Estoy muy feliz de haber compartido el trabajo con los de mi área Salud y Nutrición, sonreí mucho, pero también hubo días que llegue triste quizá eran los días nublados que me ponían sentimental, pero el llegar a la Fundación y atender a mis pacientes tratando de conocerlos y ver cómo les afecta la enfermedad a cada uno de ellos como un ser individual, me hacía sentirme muy bien.

Me hubiera gustado poder estar en todas las áreas, pero en mi área tenía muchas cosas qué hacer, aún así sigo disponible para las pasarelas de Comercio Justo y en lo que se requiera.

Tengo muy buenos recuerdos de la Fundación León como la posada de diciembre de 2010 y en donde baile y me divertí mucho, aún considerándome muy seria, pero ese día hasta me dolió el cuerpo e incluso baile con el subdirector Javier herrera.

Estar en la Fundación León me deja muchas cosas buenas, aprendizaje, muchos amigos.


Llego febrero, el último mes, y a días de terminar mi servicio social tenía salidas programadas a Teopisca, Candelaria y Jolitontic, se cancelaron las primeras dos salidas; únicamente fuimos a Jolitontic, fue un viaje cansado y el camino muy feo; me costó llegar pues el lodo casi me quita los zapatos, pero estuve muy feliz porque la comunidad nos recibió muy bien.

Fueron seis meses muy bonitos. Sin duda, es la oportunidad de hacernos prójimo, además de dar a conocer las diferentes alternativas médicas para el tratamiento de las enfermedades de una manera rápida, suave y duradera; por el camino más corto, más seguro y menos dañoso, como es la homeopatía.

Sólo me queda decir gracias a todo el personal de Fundación León XIII, IAP, por darme la oportunidad de estar en el Centro de Desarrollo Comunitario San José.

…………………………………………… Los extrañare.

María Jokebed Guillén López